El cambio del verano al otoño (y pronto al invierno) no solo se nota en el aire más fresco y los días más cortos. También trae consigo una necesidad natural de adaptar nuestro entorno y nuestras rutinas. En casa y en el armario, este momento de transición puede ser una oportunidad perfecta para ordenar, renovar y crear espacios más acogedores que nos acompañen durante los meses fríos.
1. Revisión y limpieza del armario
Antes de sacar los jerséis y abrigos, conviene dedicar un rato a revisar la ropa de verano. Lava y guarda las prendas más ligeras en cajas o bolsas de tela, preferiblemente con bolsitas de lavanda o cedro para evitar la humedad y los insectos. Aprovecha este momento para donar o reciclar aquello que ya no usas o no te queda bien.
Después, saca la ropa de otoño e invierno y haz una primera selección: revisa si algo necesita reparación, lavado o un planchado a fondo. Si sigues una filosofía de consumo responsable, este es un buen momento para evaluar qué necesitas realmente y apostar por prendas versátiles, duraderas y de buena calidad.

2. Preparar el hogar para el frío
Así como cambiamos la ropa, también conviene adaptar la casa al nuevo clima. Empieza por ventilar bien y hacer una limpieza profunda, especialmente en lugares donde se acumula polvo: detrás de los radiadores, cortinas, alfombras y mantas guardadas.
Cuando todo esté limpio, incorpora textiles cálidos como mantas de lana, cojines más mullidos y alfombras. No solo aportan calor, también ayudan a crear un ambiente más acogedor. Si tienes plantas de interior, revisa su ubicación: algunas agradecerán estar más cerca de la luz durante los meses con menos horas de sol.

3. Cuidar los electrodomésticos y el sistema de calefacción
Antes de que llegue el verdadero frío, es recomendable revisar la calefacción y limpiar los filtros de los aires acondicionados o estufas. También puedes descongelar el congelador, ya que con el descenso de temperatura exterior suele ser más rápido y eficiente. Este tipo de tareas preventivas ahorran energía y evitan sorpresas desagradables cuando más necesitamos el calor.
También es bueno limpiar los ventiladores y guardarlos tapados con fundas o plásticos. Si los aparatos de aire acondicionado los usamos sólo en verano, deberíamos guardar las pilas de los mandos aparte.

4. Crear rutinas más lentas y conscientes
El cambio de estación no es solo práctico: también es una oportunidad para ajustar el ritmo de vida. Con la bajada de las temperaturas y menos horas de luz, el cuerpo pide más descanso y alimentos reconfortantes. Organiza tu hogar y tu armario para acompañar este nuevo ritmo: ropa cómoda, tejidos suaves y espacios ordenados que inviten a relajarte.

En resumen
Preparar tu ropa y tu casa para el otoño e invierno no tiene por qué ser una tarea pesada. Si lo haces con calma, puede convertirse en un ritual de bienestar, una manera de cuidar tu entorno y de cuidar de ti. Al fin y al cabo, cada estación nos invita a renovarnos, también desde lo más cotidiano.